viernes, 30 de abril de 2010

VILLALON, MI RAIZ MADURA Y ENTRAÑABLE.


30 de Abril del Año del Señor de 2010. 10:20 horas. Que pronto direis... Pues sí. Estoy de vacaciones. Pocos días, tan solo 6, pero vacaciones al fín y al cabo.
No estoy en Vitoria como es lo habitual. Os escribo desde la meseta castellana. Entre el páramo y los Montes Torozos. Desde el corazón de Tierra de Campos. Desde su centro neurálgico. Desde el pueblo que me vió nacer aquel frío y brumoso día de noviembre de 1967. Desde Villalón de Campos.
Aquí estoy, y no lo niego, aquí me gustaría seguir. Quiero mucho a Vitoria. Me ha dado todo lo que soy, y por eso siempre estaré agradecido. Pero estos días son diferentes. Estos días estoy en mi casa. De nuevo en mi hogar.
Hoy el título del post lo he extraido de un artículo que escribió hace ya muchos años el Maestro Antonio Piedra, en el cual hablaba de sus vivencias Villalonesas. Me gustó, me identifiqué con el. Creo que es un título que me define.
Estos días, como hago siempre que vengo, paseo y ando mucho por el pueblo. Me gusta ir a los sitios por donde me moví en mi niñez y en mi juvetud. Me gusta ver a sus gentes. Me gusta que me saluden. Me conocen desde que nací. De hecho la gente anciana del pueblo me llaman Paquito. Ellos me recuerdan como ese niño vivaracho y social que jugaba al futbol, andaba en bici y hacía trastadas con sus amigos. Ellos siguen viendo en mi a ese niño. Los años han pasado. Ya soy una persona de 42 años. Con un hijo de 4. Pero ellos siguen viendo a ese niño que correteaba por sus calles. Y eso me gusta, para que decir lo contrario.
Villalón ha cambiado mucho. Ya apenas queda nada de lo que yo conocí. No en sus calles. No en sus gentes. Pero si en sus costumbres. Las nuevas generaciones que han llegado tienen una visión de la vida completamente diferente a la nuestra.
Nosotros nos moviamos sin preocupaciones. Había mucha confianza entre todas las familias de mis amigos. Las puertas nunca se cerraban. Entrabas en las casas de tus amigos como si fueran la tuya. Y siempre eras bien recibido. Por desgracia esto ya no es así. Y yo lo añoro.
Ayer, hice un tour de paseo importante por el pueblo. Comentando por la noche con Noemí calculamos que igual habiamos andado 7 km. Estuve por San Juan, por San Miguel (el barrio que me vió nacer), y como no, por San Pedro, que era el barrio donde estaban todos mis amigos y por donde yo me movía.
Ví sus calles vacias y la melancolía me invadió. Recordaba 30 años atrás el bullicio, la algarabía, niños jugando, gente arriba y abajo a sus quehaceres, abuelas sentadas en sus sillas, en corro, a la puerta de casa, hablando de sus cosas mientras con el rabillo del ojo vigilaban que sus nietos no se fueran lejos del alcance de sus ojos.... y mientras todos esos recuerdos me venían de golpe a mi cabeza recordando tiempos pasados, miraba de reojo a mi hijo, que corria de un lado a otro despreocupado y ajeno a mis pensamientos.
Y le miraba, y pensaba que me encantaría que él pudiera vivir esas experiencias que su padre vivió. Y que hiciera una buena cuadrilla de amigos. Y que correteara y jugara por sus calles, y que durante una corta época del año fuera un niño agrestre y montaraz como lo fuimos nosotros. Y que cuando fuera adulto pudiera contar a sus hijos lo que el hacía en las calles de Villalón, como yo trato de transmitirselo a él. Se que la vida ha cambiado. Se que la sociedad ha cambiado. Se que las costumbres no tienen que nada que ver con las que yo viví. Pero me niego en rotundo a creer que esos tiempos no volverán. Aún, en lo mas hondo de mi, sigo guardando una pequeña esperanza.
A Javier le gusta Villalón. Le encanta venir. La gente le conoce y le saluda. Y él, encantado. Le gusta venir con su abuelo Paco. Que le lleve y le traiga. Dar de comer al caballo de su tio Martín. Ver las vacas de su tía Luci. Quedarse pasmado ante los rebaños de ovejas. Escarbar con palos en los hormigueros. Jugar al fútbol en el paseo. Esas pequeñas cosas que poco a poco te van atando a Villalón, como le paso a su padre, y que con el tiempo provocarán que a la mínima ocasión vuelva a un pueblo que al fín y al cabo es el suyo. O al menos el así lo dice.
Parte de mi trabajo ya lo tengo hecho.
Yo por mi parte tengo claro que jamás dejaré de venir. En Villalón está parte de mi vida. Vivencias, recuerdos, alegrías, tristezas, una primera vez... unos abuelos, que aunque ya fallecidos, siguen aquí.
Poco más puedo decir de Villalón. Aquí nací y si Dios quiere aquí moriré. Y como decía el Maestro Antonio Piedra, Villalón es y será por siempre mi raiz madura y entrañable.
En fín... termino ya.
Me apetece dar otra vuelta por mi pueblo.

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